jueves, agosto 12, 2010

I don't like it the straight way

Ando muy peleada con el mundo recientemente. Me dan muchas ganas de pensar que es por el síndrome premenstrual, lo cierto es que mi cuerpo jamás ha sido lo suficientemente organizado ni eficiente, por lo cual sólo puede ser un descontrol hormonal o nada más tristeo demasiado. El SPM está sobrevalorado, realmente la vida -la mayoría de las veces- suele ser una perra, una muy poco divertida que no sabe que lo simple es lo que muchos queremos. Con esta riña, siempre ando de mal humor y volteo los ojos al cielo en señal de hartazgo. Pero, vamos, no necesariamente yo tengo que ser la amargada, la gente a veces suele ser extremadamente molesta, con sus quejas, sus teorías, lo que te quiere vender por axiomas. Boring.


Dentro de este enojo que me invade, no se me ocurre nada de lo que quiera escribir. Contaré esta anécdota que no es para nada chistosa, de hecho no tiene ninguna cosa importante. Pero es lo único que me nace escribir hasta que las cosas se hagan un poco más ligeras:

Últimamente he estado tomando muchísima agua. En la casa hay botes de bonafont para tomar litro tras litro. Un día, cuando me acabé un litro, aplasté el bote y lo aventé, sin que me importase dónde cayera. Pasaron los días y yo no me daba cuenta del desastre en el que mi cuarto se estaba convirtiendo. Así, apenas antier, que me acababa otro litro de agua, busqué el bote de basura y de repente me di cuenta: en mi cuarto no hay bote de basura. Así que todos esos días me dediqué a tirar envolturas, vasos de plástico, estambritos y botes de agua en el piso, sin importar dónde. Me levanté y vi que todo el piso estaba lleno de basura y polvo, como si el mundo fuera mi bote de los desperdicios. Ahí fue cuando concluí que es psicológicamente necesario que tenga un bote de basura.

The Knife - You Take My Breath Away

1 comentario:

[cacto kaür] dijo...

Bu, a mi también me ha pasado. Que todos me caen mal, que las cosas esencialmente graciosas de la vida como que alguien se caiga frente a uno ya no den risa, y que todo lo que digan me parezca idiota. Pero ya luego se pasa y uno se vuelve a reir de las desgracias ajenas.