1.- La gente, tus cosas, los recuerdos, la vida y la muerte siempre se llevan pedazos de ti. Y siempre que crees que te reconstruiste, llega otra cosa para mutilarte. Vas dejando pedazos de alma y piel en cualquier cosa que tocas y lo que queda es siempre reconstruirse. Así, nada más. Pienso mucho eso, sobretodo en el caso de la muerte. Siempre queda reconstruirte. Ves los pedazos de una vida que ya no existe (por la muerte y porque sabes que tu vida no será la misma) y lo que queda es acostumbrarte. Y los nuevos pedazos no son fuertes, nunca lo son. Y siempre te falta un ojo, un brazo, una pierna, que eventualmente también se volverán a caer. La muerte, creo, antes que llevarse un ojo o un brazo, se lleva un suspiro, ese que ventila un hueco en el pecho. El hueco queda, pudriéndose. Pero hay que reconstruirse.
2.- La debilidad del lenguaje al no poder darle nombre a algo tan horrible. Y al no tener nombre, lo que queda es sólo dar la definición, a la hora de explicar algo.
3.- El desconsuelo de la no creencia. Pero si crees en un cielo, deberás creer en un infierno. Todo podría ser el purgatorio, todos los días son domingo.
4.- Tal vez el secreto de la cordura -mi hipótesis- es aferrarte a algo que no sea finito. Que sepas que no se puede romper, que siempre estará ahí. Así debe funcionar la fe (al menos la que tiene una vértebra estoica) y su idea de deber-vivir (muy Kantiano todo). Tal vez el secreto de la cordura -otra hipótesis- es no aferrarte a nada, lo contrario a lo primero. Pero siempre termina aferrándose a las cosas más frágiles, inclusive si es "un vaso abandonado al borde de la pila que a nadie le importaba".
Radiohead - Worry Wort
1 comentario:
lo que alguien debería llevarse son los suspiros traseros...
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