jueves, septiembre 02, 2010

Mi terapeuta estaría muy orgullosa de este post.

Mis acercamientos con la muerte han sido pocos, ya he hablado de eso. Nunca sé cómo reaccionar, no sé qué decir. Yo básicamente soy de las que puede estar normal ese día hasta que, pum, la conciencia de la situación me cae de golpe y todo se viene abajo. Así, puedo estar mucho tiempo en un mundo normal donde nada ha ocurrido, hasta que veo un lugar vacío, reconozco un aroma, una voz o un sinfín de cosas. Esa es mi reacción ante la muerte y cualquier otra cosa que represente una ausencia permanente.

Antier murió mi mascota.

Por lo común yo no creía que una mascota pudiera doler tanto cuando se iba, pero eso cambia cuando pienso en el hueco que mi perico, Irving (aunque a veces mi papá lo llamaba Pancho, por el cliché de llamar a los pericos Pancho) ha dejado en esta casa. Todo el proceso fue bastante horrible. Todo se salió de las manos, yo me puse histérica, me hiperventilaba y lloraba. Estaba peinándome para ir a desayunar, cuando mi tía tocó la puerta. Cuando abrí me preguntó si tenía una caja. Le pregunté que para qué y me dice "Es que el perico estaba en el suelo y está muy flaco y débil", en eso veo que entre sus manos, envuelto en un trapo, estaba el pobre animalito, respirando con dificultad. Jamás se me olvidará esa imagen. Después pensé que sería buena idea llevarlo al veterinario que está a unos cuantos metros de la mia. Rápido lo envolví en una toalla, lo puse en una caja de unos zapatos rojos que me había comprado hace dos años y salí disparada a la calle.

Mientras iba caminando, sentía como si estuviera poniendo lo pies en petróleo. Y es que jamás sabes qué tan grande es la depresión y la tristeza, hasta que llevas a tu mascota en estado crítico, envuelta en una toalla camino al veterinario. Llevas entre las manos un ser inocente, que sólo se encarga de estar ahí, para ti. El amor incondicional es por parte del ser humano, lo cual es más cruel. Es la representación más clara de amor que jamás podremos encontrar en otro lado. El perico a veces mostraba que nos molestaba, ya que siempre que entrábamos a su cuarto, nos gritaba o nos retaba. Si le prendíamos la luz, empezaba a gritar como loco para que nos fuéramos y había veces en que estaba tan cabreado que ni dejaba que le cambiaran la jaula. En fin, llegué al veterinario y el ayudante me dice "el doctor no atiende aves, no, y es muy raro aquí encontrar esos veterinarios, eh". Qué estupidez, pensé. ¿Le estoy llevando un dinosaurio? también pensé. No entendía cómo podía llamarse alguien veterinario si ni siquiera podía decirme qué tenía mi perico. Perros y gatos, claro. Pero y los que tenemos aves? hurones? hamsters, peces? Valen madre nada más? Es una estupidez. 

Corrí a casa y rápido investigué en internet de un veterinario y encontré a uno que resultó ser un hombre muy amable. Llegamos a su consultorio, el pobre animalito respiraba con mucha dificultad. Todavía antes de salir de casa le estaban dando unos espasmos y yo sólo quería llorarle. Llegamos con el veterinario y le dimos de comer con una jeringa. Después teníamos que inyectarle aminoácidos en la patita, por lo que tuve que sostenerlo. Todavía intentó morderme el pulgar, pero no tenía fuerzas. Justo cuando vi que no me arrancó el dedo, ahí supe que algo estaba mal y que saldría mal. Lo inyectaron, lo pusieron bajo un foquito con calor y nos dijo el doctor que debía revisarlo para ver cómo respondía con la medicina. Mi tía y yo todavía le sobamos la cabecita y cerró los ojitos. Quería pensar que todo saldría bien. Lo quería al menos intuir.

Fui a las pruebas de mi espero-nuevo-trabajo. Todo salió bien, creo que fue una buena tarde. Pero el horror ocurrió al llegar a casa.

Entré a la sala y estaba la caja de los zapatos rojos. No, no quería pensarlo. La cargué y estaba pesada, sí. Quería pensar que era el peso de la toalla. Pero abrí la caja y ahí estaba mi perico, con los ojos abiertos, el pico abierto y el ala izquierda cubriendo su cuerpo. Cerré rápido la caja y fui a mi cuarto a llorar. Después llegó mi mamá y se puso a llorar conmigo. Luego llegó mi papá y nos pusimos a llorar los tres. Mi tía también lloraba, mi hermano no sé qué pensaba en esos momentos.

Al final, decidimos sepultarlo.

Fuimos al traspatio. Mi mamá dijo que ahí, para que nadie, ni el jardinero ni nosotros, lo pise. Mi papá cavó con una pequeña pala, mi mamá y yo a un lado. Justo cuando cavó hasta la profundida requerida, empezó a llover. Así que la familia, afuera, con una sombrilla, viendo la caja que contenía no a la mascota, sino al miembro número seis de la casa. No se fue el perico, se fue Irving, porque al fin y al cabo tenía un nombre y eso lo hacía más personal. Toda esta muerte fue muy personal. Lloré toda la noche, por supuesto. Escribo esto y me dan muchas ganas de llorar.

Hacíamos muchas bromas sobre el perico. Pensábamos que llegaría a 200 años, o no sé qué nos pasaba por la cabeza. Le decía a mi hermano que se iría con él cuando se casara. A la gente le daba risa cuando les decía que nos odiaba, pero que nosotros lo queríamos mucho. Éramos sus humanos, él recibía galletas, pan, lechuga, apio, semillas de girasol, manzanas, duraznos, agua y un largo etcétera. Nos íbamos rápido del cuarto cuando prendíamos la luz para que no se enojara. Con esto te voy a decir todo: él tenía su propio cuarto. Así, lo pusimos ahí, con el mini frigo, los libros de química de mis papás y jamás fue el cuarto del frigo, ni el estudio ni el librero. Era el cuarto del perico, así de sencillo.

Y ahora ya no está conmigo. Ya no está ahí, arriba de su jaula, viendo el jardín. Ya no necesito apagar la luz de ese cuarto, porque nadie me va a gritonear que lo haga. Y hoy que fui al cuarto, al ver la jaula en el piso, el corazón se me hizo de papel, un papel que puedo hacer bolita y tirar en un cesto de basura.

23 años. Así, se fueron. Como mi tortuga de 7 años. El tiempo lo destruye todo.

Pero la agonía, la agonía de un ser tan pequeño. ¿Que para eso no estamos nosotros? Nosotros podemos expresar el dolor, somos seres llenos de voluntad y conciencia. Debemos soportar eso, claro que sí. Pero, ¿Por qué ellos? ¿Por qué mi perico tuvo que pasar por esa agonía? ¿Por qué verlo tan débil? ¿Por qué no me arranco el pulgar? su pico estaba tan débil.

Te voy a extrañar. Por que a diferencia de otras mascotas, yo no te podía abrazar. No te decía que te bajaras de la mesa, ni te regañé por comerte mis calcetas. Jamás gasté millones en croquetas, porque hasta eso eras una mascota hippie. Te voy a extrañar, porque eras ese tipo de mascota que me enseñó que no debo recibir algo a cambio de querer a  alguien, tan pequeño, inocente y verde como tú. Es más, Me enseñó que lo más probable de recibir, a cambio de querer a alguien, es que te griten para que apagues la luz. Eras ese tipo de mascota que sólo estaban ahí, afuera de su jaula. Jamás te fuiste, aunque tu lugar siempre fue fuera de tu jaula, esperando a que algo pasara. Y estuviste 23 años. Toda mi vida y toda la tuya pasaron. Te extrañaré, pequeño bandido.


13 comentarios:

[cacto kaür] dijo...

Madame, debo decirle que este es el post más triste que he leído. Lamento mucho lo de su perico, de verdad que sí, y también me parece tonto que los veterinarios no atiendan a todas las mascotas, es como si uno le preguntara al oncólogo qué se puede tomar para la gripa y él le dijera que sólo sabe de cáncer, no de resfriados comunes.
Que todo mejore Madame.

carlos dijo...

:(


Ni modo, hay que aprender a lidiar con esto. Un abrazo, Elsie.

carlos dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
sailorblur dijo...

Lamento mucho la partida de Irving. Espero que haber escrito este post y contar el dolor de la pérdida sirva (aunque sea un poquito) para aliviar el dolor.

mequetrefe dijo...

Qué gacho, creo entender lo que sentiste o sientes, y... la neta, que gacho.

... y que buen post :-)

Lilián dijo...

Qué hermoso post. Seguro todos te lo dijeron. Pero es muy bello. Ya sé que es muy snob decir que algo triste es bello sólo por ser triste, pero no me refiero sólo a la pinche tristeza seca y cabrona contenida en tus palabras, sino a la forma en la que lo dices. Eso es lo que lo hace bello.

Y acá -pinche comentarista que siempre tiene una anécdota similar- me recuerda una de las muertes-de-mascota que más me dolieron. También fue un ave. Un canarito que también había estado ahí toda mi vida, aunque mi vida era más bien corta y simplona y sin mucha consciencia del dolor y la pérdida.

El canarito por sí solo tenía una personalidad apabullante: era homosexual y asesino. Cada que le poníamos parejita, movía la jaula para que se cayera -vivíamos en un quinto piso- y el güey era tan inteligente que volaba en el momento que la jaula caía y la otra canaria moría horriblemente.

Bueno, el asunto es que un día se enfermó y lo llevamos al veterinario y todo lindo. Mi mamá se encargaba de darle sus gotitas en el piquito como tres veces al día, hasta que un día le falló el cálculo y lo MATÓ ELLA MISMA porque sin querer lo ahogó. Fue una muerte altamente traumante.

También lo enterramos en una caja de zapatos en el jardín y también recuerdo que fue la primera vez que sentí el auténtico nudo en la garganta, porque le preguntaba a mi mamá qué era eso que me dolía en medio del cuello y que no me dejaba tragar saliva -yo tenía como 7 años.

Un día volví de la escuela pensando obsesivamente en mi canarito y fui a desenterrar la caja. Ya estaba llena de gusanos. Empecé a gritar y llorar porque para mí esos gusanos habían matado en realidad a mi canarito, no aceptaba que hubiera muerto de muerte natural, sino que habíamos cometido un error y lo habíamos enterrado vivo y ahí los gusanos lo devoraron.

En fin. La segunda muerte traumática fue la de una perrita, y sufrí mucho, pero ya jamás como con ese canarito. Es muy cabrón y me lo recordaste todo y wow: qué bella mente tienes, amigui. Un abrazo.

P.G.Daisy dijo...

Entiendo tu dolor y te mando abrazos. Sé que nada de lo que te diga puede aminorar la pena. Cuando mi conejito se murió, cuando mi iguana Coco se fue... quedé hecha pedazos. Lamento tu perdida. Al menos vivió una vida feliz, gritandoles y recibiendo golosinas. Donde quiera que esté, seguro es mejor que aquí.

Luis Frost dijo...

creo en muy pocas cosas, pero estoy seguro de que algo así tiene que ser mutuo. un tio, que era buzo, tenía una serie de fotos de un pececito anaranjado que se acercaba a él cada que bajaba al arrecife. varias veces el mismo pez, como curioseando, había muchas fotos.
y es un pez, ¿sabes? dicen que ni recuerdan. a mí se me hace que algo pasa con los animalitos que simplemente se nos escapa. y a lo mejor es pura proyección, pero estoy seguro de que al menos se dan cuenta y lo aprecian todo.

Fire_tony dijo...

Siempre he creído que el amor es así, uno lo siente y nada más. Eso de esperar reciprocidad se me hace algo egoiste, buscar que alguien te ame se me hace egoista también, creo que querer algo y ya es la más pura expresión del amor.

Me gustaría que todos pensaran así.

En fin, ¿qué importa si tu perico no te quería o no te amaba? Tú lo amabas y eso es lo importante, ¿no?

No me hagas caso, yo qué sé, sólo llevo 4 años con mi tarántula.

Angel B dijo...

Diablos. Hiciste que me acordara cuando se murió Fuzzy mi hamster. También lo enterré. En una jardinera con un kleenex de mortaja.

No es divertido hacer eso.

Pongo este post en las recomendaciones del viernes. Está excelente.

arboltsef dijo...

Al menos ya descansa y sí, perder duele.

Besos.

arboltsef dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Ric dijo...

Es muy duro cuando hay que ver morir a nuestras mascotas... Murió mi vaca el día que el veterinario le sugirió a mi madre que un perro con diabetes no tiene esperanza. La consolé como a un enfermo terminal, como un cura consuela a los criminales antes de la inyección letal. Llore porque no pude salvarla, no pude escaparme de la casa con mi perrita como le propuse mientras la abrazaba y porque no me di cuenta que cuando se subía al techo rojo de su casa, era porque una enorme rata se comía su alimento, ingenuamente creía que mi vaca era fan de Snoopy.