domingo, junio 27, 2010

Un poco sobre la frivolidad que vive en la que este blog escribe

Religiones, culturas, la misma educación. Todos en algún punto te dicen que lo material no importa. Que ni tu coche, tu celular, tus libros, todo eso es nimio si lo comparamos con tu vida per se. El mismo Hobbes dice que la justicia empieza por respetar la vida, al último las posesiones materiales. Y con justa razón, yo jamás negaría esa preferencia si yo misma lo profeso. Pero. Hace una semana veía este programa llamado Ugly Betty, el cual es uno de los mejores en la programación de Sony. Willhemina Slater, una pseudo ricachona que, para conseguir ser jefa editora, decide vender sus joyas, sus pieles y toda esa clase de pertenencias, para poder competir economicamente con Daniel, el otro jefe editor. En una escena ella está en la cama, abrazando sus pieles y sus joyas y le dice a su asistente que, a fin de cuentas, todo eso que ella va a vender, sí significa algo. Todas esas cosas que medio mundo señala de frívolas, dice ella, todas esas cosas son ella y ella es todas esas cosas. Discúlpame, que mira que yo estudié humanidades, pero es imposible no ver cierto apego, más que material, personal por ese tipo de cosas, con semejante argumento. Porque hasta el más jodido ha querido un capricho en la vida, algo más que cosas-para-sobrevivir. Y no te hablo de pieles o diamantes, un pan dulce bimbo es un capricho, en tanto que no forma parte de una dieta balanceada. Degustar un rol de canela glaseado en un parque a las 5:00 pm es uno de esos placeres que te puedo catalogar como un capricho hermoso de la vida.

Yo tenía muchísimas Barbies. Tenía la Barbie que trabajaba en un crucero (mi primera), la princesa de corazones, la Barbie del supermercado. No te miento, tenía cerca de 38 barbies. O más, la mayoría regalos de cumpleaños. Siempre fui una chica consentida, aunque también las ganaba porque la escuela era pan comido para mi (oye, era la primaria). En fin, yo jugaba con todas ellas. Con ellas nacían millones de historias y mejores telenovelones que en cualquier canal para señoras. Barbie casándose con Ken, Barbie en el bosque con sus amigas contando historias de terror, Barbie en una cena elegante con sus amigos y con Ken. Cuando invitaba a mis amigas eramos tan felices jugando con las Barbies, que yo jamás sentía cuando ya daban las 7pm y sus mamás venían por ellas. Alguna vez mi tia me llevaba a clases de natación con mi mejor amiga, Coni, y luego llevábamos las Barbies porque nos daban 10 minutos al final para jugar y jugábamos a que las barbies concursaran. En fin, yo amaba mis barbies,a todas y cada una de ellas. Tenía el supermercado, la casa camper, la alberca, la boutique. Pero llegó este día, inevitable camino a la muerte: crecí. Cada vez jugaba menos con ellas, pero de vez en cuando las arreglaba para que no se vieran tan desordenadas. Ya entré yo a la secundaria y ya ni siquiera volteaba a ver el rincón donde yo las tenía.

Y mi madre dijo


Hay que donarlas.


Y, por supuesto, obligóme a ir. Primero yo estaba confundida, porque eran mis Barbies. Me dio una mochila rosa e hizo que pusiera todas mis barbies ahí. Estaba triste, pensando que en su rincón ahora estarían otras cosas, como libros o plantas. Cuando llegamos al lugar de donación, había una chica vestida de enfermera, porque las iba a donar a un hospital de muñecas para que luego fueran regaladas a otras niñas en orfanatos. Recuerdo que fui yo, maldita sea, la que dio la mochila rosa y ahora sí, no había marcha atrás. Y es que no había regalado mis Barbies, ni los vestidos, ni los zapatos mágicos: había regalado el motor que mi imaginación había usado durante mucho tiempo para hacer historias dignas de novelita rosa. No eran las muñecas con sus cortes a la do it yourself, no. Entiéndeme, no. La chica enfermera me dio un diploma, diciendo gracias y que ahora muchas niñas jugarían con muñecas que parecerían nuevas y casi se despide con una mano en la frente, como si fuéramos militares. Dejamos el lugar y yo me sentía triste, aunque en el fondo mi mamá repetía lo de las niñas, hacer feliz a alguien.

Y hoy, algunos años más tarde, me doy cuenta de eso. Una muñeca es algo material. Eso no se niega, es muy obvio. Pero en ese entonces eran casi un tesoro para mi, porque me permitían hacer historias, casi como si yo fuera la directora de una obra teatral. Cada una tuvo una historia, en algún momento una fue la mala que al final se volvió amiga y ahora iba a la casa a tomar el té con panqués. Ahora me doy cuenta de que mi apego no era material y es lo que buscaba concluir. No me sentí mal por mis Barbies, sino porque lo que me permitieron crear y dejé atrás. Ese lado joto femenino que toda niñita quiere vivir, yo lo hice. Y hoy lo entiendo también cuando arreglo mi cuarto. Cuando arreglo mis libros, no es el apego a ellos como un montón de hojas numeradas, sino lo que han hecho de mi, los que me han hecho reir, los que me han hecho llorar, los que me han permitido pensar el horror de tocar algo y que no se desvanezca y ojalá esto fuera verdad. Cuando arreglo mi tocador, con los perfumes, las cartas y las fotografías, son parte de lo que soy, de lo que hago. La Elsa que se arregla el fleco, la que se delinea los párpados. Si alguien viene a decirme que soy una materialista, jamás lo negaré. Porque al final acepto que no soy sólo carne e ideas. Soy carne, ideas y recuerdos, los cuales muchas veces quiero que permanezcan tangibles, conservándolos. Y si decido que sean tangibles, es porque me gusta pensar en ellos seguido, sin necesidad de que sea un infierno, porque al fin y al cabo (y con bolsas negras enormes para la basura en mano), yo decido qué tirar.

Y lo conserve, para que veas


Zeigeist - Dawn Night

8 comentarios:

P.G.Daisy dijo...

Sin afán de sonar como una fan psicopata, a veces me saca de onda que postees justo lo que estoy pensando...

Como sea, yo amé a mis Barbies y me has recordado buenos tiempos. Amo mis cosas, amo verlas y recordar a través de ellas. Me imagino que es como las tumbas o los monumentos. Uno los visita y en sí no son más que piedras, pero en nuestros corazones representan algo más grande, algo que nos mueve. Gracias por este post, me alegraste esta madrugada.

ZuGab dijo...

¡Que chido que las donaste! Piensa que todos esos momentos fantasticos que pasaste, ahora los repite otra hermosa niña en algun recondito lugar.

...

¡Esta muy buena esa del "Soul Rehab"! La comparación es genial, y si, yo me he metido también varias rayas via soul, cosas que uno sabe que le hacen mal, pero que no puede dejar de hacer...

Afortunadamente este fin de semana empezare por fin con mi terapia. Voy bien motivado a darle durisimo, ya quiero sanar.

Saludos

Tanila Alavez dijo...

ahhhhhhhhhhhh que chido es leerte. Soy fan declarada. Lo que dices es simple, y ahi esta la genialidad y divertido. Me dejas siempre un buen sabor por mucho rato

asco dijo...

Yo nunca he tenido un fuerte apego por las cosas, fácilmente me desprendo de todo y no me duele... tal vez sea porque no he encontrado algo que sienta que ha marcado mi interior, que haya sido el motor existencial que necesito para sentirme bien...

Idalia dijo...

oh Elsa, yo también lloré con toy story 3 y también tuve Barbies pero no 38!!! qué onda en verdad eras consentidísima... jejeje. Tuve la Barbie que hacía gimnasia y al final no me gustaba porque estaba toda frágil de piernas y brazos.

Rubo dijo...

Que bonito post, ¿no tienes una versión tangible?

Octopus Queque dijo...

- PG Daisy: es que es justamente eso! Las cosas que representan, no tanto la muñeca en sí. Por eso me llegó esa escena en ugly betty, porque no es un simple collar de diamantes, ni las pieles, es el trabajo. Aunque Willhemina es malvada en la historia, me parece muy bonito que se trastorne no por el collar, sino lo que representa de ella. :) Gracias por las flores! yo tmb te leo harto! en mi google reader estas jiji.

- Zugab: ¿Cómo te fue en terapia? Buuu a mi me va muy bien, amo es ahora. Siento que puedo decir todo todo sin que me juzguen, ya ni sola siento eso. De los rehabs, el mejor, porque no hay 12 pasos ni esas cosas tan engorrosas, jiji. Y sí pienso en todas las niñas que fueron felices con mis barbies restauradas :) espero que las hayan cuidado y no sólo eso, que tmb hayan usado chingo su imaginación con ellas.

- Leda: ooooh muchas gracias :) la verdad me gusta mucho escribir aquí, pero más leer los blogos de otras personas. Ahora que ya es un arte perdido ;( vivan los blogs! jaja

- Marie: pero no te creas, en el fondo me las daban porque no sabían qué más darme. Yo siempre quise un microhornito. ¡Un micro hornito! Jiji. Toy Story 3 sí está con madres, repítolo. enhorabueno la peli.

- Rubo: Puedo imprimirla, hacerla un tulipán de origami y dártela :) Sería un post tangible, le incluye la bonita presentación. Oye, hace rato leía tu blog y me parecía tan bueno, qué onda? sé que eres de verdad, pero haces casi poesía de la buena.

Saludos a todos!

Octopus Queque dijo...

¡Me salté a Asco! Perdón es que sigo sin acostumbrarme a la ventanita jaja. Los motores existenciales siempre me dan cosa. A mi me cuesta mucho trabajo desprenderme. Siento que me mutilan o algo. Pero luego hay más cosas, es lo único que la vida me ha enseñado. Y muy lento. Ughgughughguh.